Como cada día, Manuel, un agricultor jubilado, se despierta con las primeras luces de la mañana. Tras bajar las escaleras de su casa, abre las puertas de madera de la bodega para que entre la luz, saca su silla de mimbre y se dispone a desayunar una tostada con un poco de su aceite de oliva. Pero la rutina diaria hoy se ha visto alterada, las farolas engalanadas con las banderas de Aragón y España le muestran que estamos en la semana de fiestas patronales; pero además, unas alpacas de paja apoyadas en ellas insinúan algo más.
La larga avenida donde Manuel vive se ha ido llenando de gente, sus amigos se han acercado hasta su bodega para desayunar, y entre la multitud se encuentran fotógrafos, periodistas, mecánicos, pilotos y comisarios. Todos ellos dan un aspecto inusual a esa larga calle. Es el 6 de septiembre de 1970 en Alcañiz, y lo que Manuel va a presenciar es una de las grandes páginas de la historia del automovilismo español.
Hacia la casa de este hombre humilde que vive en una localidad de poco más de 10 mil personas, situada al nordeste de la provincia de Teruel, se acercan lentamente algunas de las más modernas y avanzadas máquinas de carreras del momento.
Dos Porsche 908 Spyder, uno en manos del príncipe de Georgia, Jorge de Bagration, y el otro en las del que luego sería el rey de la montaña, Juan Fernández. Delante de ellos, Alex Soler Roig, todavía afligido por la reciente muerte de su íntimo amigo y compañero de equipo en Formula 1 Jochen Rindt, ese mismo fin de semana en Monza, se dirige lentamente hacía la Pole Position con un flamante Porsche 917-K, el que muchos consideran el coche de carreras por excelencia del siglo XX. Desde los boxes se observa un tercer 908 Spyder, el de Juan Kutz, quien se ha visto superado por el trazado alcañizano y no saldrá a carrera.
Este era el panorama delante de la casa de Manuel. El evento, que había nacido 5 años antes como una pequeña prueba automovilística dentro del programa de las fiestas de la localidad, ya ha evolucionado hasta un nivel impensable para esta humilde ciudad; es el Premio Ciudad de Alcañiz en el Circuito Guadalope, y su historia era ya imparable.
Los inicios del circuito urbano de Alcañiz
1965 fue el pistoletazo de salida para el Premio Ciudad de Alcañiz. El Doctor Joaquín Repolles, originario de Zaragoza pero residente en Alcañiz, y gran amante del motor, ideó una prueba automovilística alrededor de las calles que rodeaban el centro de la ciudad. Las principales vías de acceso al centro urbano estaban unidas entre sí por diferentes viales, pero estos no transcurrían por el propio casco urbano, por lo que su morfología no seguía ese patrón actual de los trazados urbanos plagados de ángulos rectos y repetitivos.
El circuito urbano de Alcañiz transcurría a la par de un río, el Guadalope, que cruzaba en dos ocasiones. Salvaba el desnivel que hay desde el río hasta la parte alta de la ciudad, y volvía a bajar a la rivera de nuevo, por lo que el Circuito Guadalope era, y es, un abanico de subidas y bajadas con curvas rápidas, lentas, enlazadas o incluso tan cerradas como el famoso “Embudo”, primera curva del circuito.
Desde el principio de su historia este circuito era en el que se lograban las medias de velocidad más altas de los campeonatos que lo visitaban, y quizá esa velocidad pura, que era parte de su encanto, también para otros era su principal inconveniente.
En 1984, a los manos de su célebre barqueta Osella-BMW, Juan Fernández logró el récord absoluto de la pista, rodando en 1´33´´67.
¿Iba Juan Fernández liderando la carrera cuando hizo este tiempo estratosférico? No, lo logró persiguiendo al que por aquel entonces era su alumno aventajado, un joven Fermín Vélez que se impuso en ese XVIII Premio Ciudad de Alcañiz a los mandos de una Lola-BMW a un promedio de 142,2 km/h.
Tras el cese de la participación de las potentes barquetas a partir de 1988, y la incorporación de chicanes en ciertas zonas del trazado desde 1992 en adelante, ese récord ya fue imposible de superar, y Juan Fernández se convirtió, para siempre, en el piloto que más rápido rodó por las calles de Alcañiz.
El Premio Ciudad de Alcañiz, un evento irrepetible
El Premio Ciudad de Alcañiz en el Circuito Guadalope se disputó ininterrumpidamente desde 1965 hasta 2003. Sólo hubo 4 años en los que no se disputó:
- 1980 y 1981, años en los que el club organizador, el Real Automóvil Club Circuito Guadalope, aprovechó para modernizar y actualizar las medidas de seguridad.
- 1985, año en el que se suspendió la prueba por un accidente en la primera manga de entrenamientos libres de la Copa Renault Iniciación que ocasionó dos fallecidos.
- 1998, edición en la que la Federación Española de Automovilismo retiró inesperadamente la licencia para disputar la prueba, y que finalmente se corrió, pero en el cercano circuito de Calafat (Tarragona).
El Premio Ciudad de Alcañiz siempre estuvo de alguna manera en el aire, tanto por motivos de seguridad como económicos, pero salía adelante año tras año por la voluntad y esfuerzo de gran parte de la localidad, instituciones y el club organizador.
Para muchos, este último incidente con la Federación, junto con diferentes desplantes y comentarios negativos de pilotos del más alto nivel nacional durante los años 90, fue la estocada final que precipitó la caída del circuito alcañizano.
Si bien un año más tarde, en 1999, todavía se disputó la Copa Citroën Saxo que poseía carácter de campeonato a nivel nacional, y se entró en los años 2000 con algunas ediciones más del Campeonato de España de Vehículos Históricos, las grandes carreras dejaron de contar con esta prueba, por lo que el interés de televisiones y patrocinadores decayó. Y cuando estos dos pilares económicos se caen, las voces criticas y discrepantes toman fuerza.
“Las Carreras de Alcañiz”, como se les conoce más popularmente, empezaron a dejar menos beneficio económico en la localidad y por lo tanto el Real Automóvil Club Circuito Guadalope se encontraba cada año con más obstáculos, incluso con parte de esa población que había sido galante de llevar la gasolina en las venas, pero a la que cada vez su Premio Ciudad de Alcañiz le molestaba más. Aun así, estos no eran mayoría y se disputaron carreras hasta ya entrado el siglo XXI.
Finalmente en 2004 los innumerables inconvenientes y unas instituciones regionales ya centradas en el gran proyecto que se empezaba a construir a las afueras de la ciudad, y que hoy conocemos como Motorland Aragón, hicieron que ese fuera el primer año que Alcañiz se quedó sin sus carreras urbanas.
Las personas, el gran bien intangible del circuito de Alcañiz
Para entender cómo una pequeña ciudad en mitad de Teruel pudo tirar casi 40 años seguidos de un evento que llegó a aglutinar entre 50 y 60 mil personas, hay que remontarse de nuevo a casa de nuestro amigo Manuel. Él había visto de todo en su larga vida, y por mucho que este nuevo evento en su ciudad le agradara, quizá no le sorprendiera y alucinara de la manera que lo hacía a sus nietos.
En Alcañiz, tus padres quizá no eran aficionados al automovilismo, pero si colocaban un auténtico paddock en mitad de las calles de tu ciudad, sin prácticamente ninguna limitación de acceso, ese ambiente te envenenaba desde niño y se convertía en una fábrica continua de aficionados a este nuestro deporte.
En la tarde noche del viernes previo a las carreras era tradición acercarse hasta la zona del paddock para contemplar qué coches, pilotos, y equipos habían acudido a la cita anual con Alcañiz. El automovilismo todavía era accesible y cercano, los aficionados podían ver, tocar, incluso montar en los coches que en menos de 12 horas iban a estar corriendo por las calles de su ciudad.
Los años pasaban, esos niños crecían, y muchos de ellos en cuanto la edad lo permitía se convertían en montadores, comisarios o colaboradores de diferente tipo, que altruistamente tomaban el relevo generación a generación y cargaban sobre sus hombros el peso del montaje y desmontaje del circuito.
Y eso si no eras uno de los afortunados que tuvieron el privilegio de competir dentro del Premio Ciudad de Alcañiz en las mangas reservadas a los pilotos regionales. Para muchos aficionados esta era una de las mangas más esperadas, sobre todo en la última época de las carreras, pues una amalgama de pilotos alcañizanos y de los pueblos vecinos se batían duramente en duelos que poco tenían que envidiar en calidad y rivalidad con campeonatos superiores.
Todo esto y mucho más era el Premio Ciudad de Alcañiz. Todo esto y mucho más es lo que muchos aficionados, a día de hoy, siguen recordando con tristeza al ver alejarse la posibilidad de que algo parecido pueda recuperarse.
Continúa la historia:
¿Ya has leído el reportaje sobre los ganadores y palmarés de Alcañiz?
Texto: Carlos Casimiro.
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Muchas Gracias Carlos Casimiro !Muchas gracias por tu interesantísimo artículo sobre este circuito urbano en el que llegaron coches increíbles pero también pilotos desconocidos o casi desconocidos que demostraron su talento y su valentía.