“Oye, he visto este coche en Facebook que te puede interesar”.
Así es como comienza esta historia, con un mensaje de WhatsApp. Porque el que esto escribe es un aficionado a los automóviles, como todos los que estáis leyendo ahora mismo. Si de muy pequeño era capaz de distinguir todos los modelos del poco variado mercado español de los años 70, luego pasé a acaparar todas las revistas de coches que podía, en unos años en que los automóviles apenas asomaban por la televisión y en los que internet aún ni se intuía. Actualmente me dedico a escudriñar a diario los numerosos anuncios de venta que aparecen por las RR.SS., con la esperanza de poder adquirir uno de esos viejos coches que se ofertan, al amparo de la tan nombrada “burbuja de los clásicos”.
Pero volviendo al asunto que nos ocupa, mi amigo Antonio,- también buen aficionado aunque bastante más joven que yo-, andaba buscando algún vehículo veterano para poder pasear por las carreteras de la zona de vez en cuando, acudir a concentraciones y demás actividades propias de esta afición.
Así que cuando vi ese anuncio de un Opel Kadett GSI 2 litros de 1989, que parecía en bastante buen estado, y que se encontraba en una población cercana, no dudé en actuar como hago a menudo con algunos de mis amigos: hacer una captura del anuncio y enviarla por un mensaje.
Acertamos con la elección, porque poco tiempo después se hacía con el vehículo.
Un poco antes, el club automovilístico de mi localidad, del que ambos somos miembros y con el que hemos colaborado en multitud de ocasiones, había anunciado que iba a organizar una prueba de Regularidad Clásica, así que era la ocasión ideal para disfrutar del clásico alemán recién adquirido. Yo, ni corto ni perezoso, le planteé el reto: “Ya que te he encontrado el coche, si sales en la Clásica Ciudad de Pozoblanco voy contigo de copiloto”. Así que dicho y hecho.
Para un veterano aficionado a los automóviles como yo, era una buena oportunidad de poder disfrutar bajo otro punto de vista diferente de mi afición. Y por supuesto tenía la intención de poder plasmar mi experiencia tal y como estoy haciendo ahora mismo.
El auge de este tipo de pruebas de regularidad es conocido, y tiene su razonamiento por su menor dificultad a nivel organizativo, por entrañar menores costes y menor necesidad de personal que una prueba automovilística de competición deportiva, al tener que desplegar un operativo de seguridad, y demás medios humanos y materiales mucho más reducido. Así mismo, a nivel participativo también cuentan con gran predicamento por similares razones que las organizativas: bajo coste y poca dificultad de preparación. Cualquiera que posea un vehículo clásico y ganas, puede tener acceso a participar en este tipo de pruebas. Sin duda para mí las pruebas de regularidad representan el espíritu primitivo de las pruebas de competición en carretera, muy alejadas de las pruebas de velocidad al sprint que se plantean hoy día.
Así que el día 13 de octubre iba a ser el del reto. Debo decir que no hice demasiados preparativos para el evento por mi parte. A pesar del ofrecimiento por parte de varias personas para mi asesoramiento, y de la información disponible por ahí, no le dediqué demasiado tiempo, el andar ocupado en multitud de asuntos tampoco ayudaba. Sólo algún vistazo a las múltiples aplicaciones disponibles para móviles y demás dispositivos, y algún documento disponible en la red. También fue útil un breve curso que impartió en mi localidad un experimentado navegante de este tipo de pruebas. Una pequeña introducción a multitud de aparatos (bluniks, terratrips, pirámides y demás dispositivos), cálculos y demás técnicas que hacen de este mundillo todo un universo para explorar.
A pesar de todo eso, mi conductor Antonio Jesús y yo habíamos decidido simplificar el asunto y salir a la prueba en la modalidad de “sin instrumentos”, sólo ayudados por el cuentakilómetros parcial del coche y un cronómetro de pulsera. Vaya, toda una temeridad para unos neófitos, pero nos pareció lo más sencillo.
En los días anteriores algunos preparativos: buscar algún patrocinador para sufragar los gastos, alguna pequeña reparación en el vehículo, encargar adhesivos. Nada demasiado ajetreado que ocupase mucho del ya de por sí escaso tiempo del que disponemos. Únicamente se nos planteó un pequeño gran inconveniente y que nos cambiaría en gran parte la forma de afrontar la prueba: El odómetro parcial del Kadett no quería funcionar.
Llegamos a la mañana del evento, que partía de Pozoblanco, localidad en la que yo resido. Cumplimos los pertinentes trámites con la organización, recogida de libro de ruta y dorsales. Ante nosotros se nos planteaba un recorrido a través de la sierra de Córdoba, que coincidía en gran parte con el del legendario Rally Sierra Morena. Un gozada poder transitar por los lugares donde antaño lo hicieron algunos de mis ídolos: Sainz, Zanini, Puras, Bassas, etc.
Debido a la avería de nuestro parcial, cambiamos a la modalidad libre para poder utilizar alguna aplicación de móvil que nos ayudara en nuestra tarea de controlar la distancia recorrida. El objetivo: Intentar hacerlo lo mejor posible, pero sobre todo, intentar divertirnos era la prioridad.
La mecánica de las pruebas de regularidad es relativamente sencilla, había que seguir el recorrido que era secreto hasta esa misma mañana, y recorrer las zonas especiales según las medias fijadas por la organización en sus varias modalidades: Tablas, al hito o medias impuestas. Todo eso en tráfico abierto y sin perderse.
El éxito de inscripción era patente. A 67 se elevaba el número de equipos inscritos, de lo más variopinto, y en el que se mezclaban clásicos populares del estilo del Citroën Dyane hasta clásicos con gran pedigrí como el Porsche 911 SC, vehículos clásicos de todo tipo y condición. Tanto de estricta serie como algunos con preparación para competición. Así mismo entre los tripulantes había pilotos y copilotos de velocidad, periodistas, oficiales y demás gente habitual de las cunetas que aprovechaba la ocasión para disfrutar desde el otro lado, incluso acompañados para la oportunidad por sus parejas, y sobre todo muchos debutantes en la disciplina, como yo.
Tras recibir unas nociones para poder usar una de las aplicaciones de móvil disponibles para la modalidad -gracias Jesús Latorre, nos salvaste el día- subimos al coche dispuestos al reto.
Empieza el rally
Pasando un recorrido de enlace sin demasiadas complicaciones –el encontrarse en terreno conocido ayuda- nos enfrentamos a la primera zona de regularidad, y por supuesto, comenzamos a sufrir las novatadas. Momento de tomar la salida y entre nervios y descuido, aquello que no va, y además con el caos del momento sin cronómetro tampoco. Así que primer tramo y a ojo. Lío de papeles, tablas, reloj, gafas arriba, gafas abajo, y claro, aparecieron las primeras nauseas sintomáticas del mareo –“no no, yo biodramina no, si no me he mareado en mi vida” esas palabras se repiten en mi cabeza-.
Sin solución de continuidad nos dan las tablas para el segundo tramo que prácticamente era contiguo al final del primero. Además se trataban de zonas muy reviradas, las del puerto del Caballón y el Picacho, lo cual no hizo sino agravar el mareo, entre los papeles, el cronómetro y todo lo demás. Aunque no llegó la sangre al río, en algún momento hubo que aflojar el ritmo y perder algo las medias requeridas.
Una breve parada de 15 minutos en la localidad de Adamuz, cuando ya el sol apretaba bastante, vino bastante bien para aliviar el malestar. Aunque la verdad es que más que el mareo, era cabreo y frustración de no poder disfrutar más de la experiencia. A pesar de todo continuamos nuestro camino hacia Villanueva de Córdoba, y ahora sí, con la ayuda de la aplicación móvil la tarea se hace más llevadera, no sin antes hacer un sprint al creer ir con retraso a la salida del tramo -otra novatada más-.
Llegamos al reagrupamiento para la comida en el formidable Recinto Ferial de Pozoblanco. Allí tras dar cuenta del almuerzo, hubo tiempo para recapitular y observar la variedad de monturas presentes disfrutando de la tarde muy agradable. Y la sorpresa: A pesar de todos los avatares, vamos en el puesto 18º de la clasificación. ¡Fantástico!.
Tras 2 horas de parada, vuelta a la carretera con la mejor de las disposiciones, y con un tiempo primaveral. Nos vamos encontrando ambiente en las carreteras, y es que los lugareños muy habituados al paso de rallies de velocidad por la zona, acudieron en buen número, animando y aplaudiendo al paso de nuestros coches. Algunos no muy informados de la mecánica de la especialidad arengaban con un “dale dale”, esperando algo de espectáculo. Aquí reconozco que en algunos momentos me sentía emocionado al saludar a la gente que aplaudía, una sensación nueva para mí, y muy agradable. También era fenomenal llegar a la salida de las zonas y poder disfrutar de las máquinas de los demás equipos, como El R5 Copa y el Seat 128 que iban delante de nosotros, dos buenos clásicos nacionales.
Un primer tramo en la modalidad “al hito” sin usar el móvil, en el que realmente disfrutamos -y además conseguimos un “cero”, o sea pasar por un control sin adelanto ni retraso- y otros dos en los que pudimos rodar sin contratiempos, con zonas en las que realmente había que “apretar”. Ahí debo decir que mi conductor estuvo sobresaliente. Ni rastro del mareo -prescindir de las gafas de cerca ayudó bastante- lo cual me permitió poder dedicarme a marcar el ritmo lo mejor posible al conductor, y disfrutar de la prueba plenamente.
Vuelta a Pozoblanco ya relajados, y con la sensación de haber disfrutado.
Nuestro Opel Kadett GSiIse había comportado de manera más que satisfactoria. A mi parecer se trata de un vehículo muy apropiado para este tipo de pruebas, con una estabilidad sobresaliente y un motor suave y poderoso. Al final posición 17ª, toda una proeza teniendo en cuenta las peripecias del comienzo, y sobre todo el buen sabor de boca que te deja con ganas de repetir algún día.
Mi máximo agradecimiento a mi conductor, Antonio Jesús Algar que me permitió disfrutar de esta experiencia. Saludos y hasta la próxima.
Todas las imágenes son propiedad de sus autores. Imágenes cortesía de Pepe Márquez y Antonioj13 Fotografía.