Pocas subidas de Montaña en Europa son capaces de igualar tanto en prestigio como en inscripciones a la Course de Côte du Mont-Dore, celebrada normalmente a principios de agosto en la localidad de Chambon-sur-Lac, situada en el Macizo Central francés.
No es raro ver listas de inscritos en el Mont-Dore que superen los 200 participantes, en una mezcla perfecta entre los pilotos del Europeo de Montaña (a los que siempre se suma algún participante adicional) y del Campeonato Francés de Montaña, que con sus múltiples divisiones y un calendario de casi 15 pruebas, suele gozar de una gran popularidad.
El resultado es una prueba con un gran nivel en un trazado que encanta a los pilotos, ya que tanto por longitud como por la exigencia de sus variadas zonas, se posiciona como una de las subidas europeas más atractivas.
Los datos de la prueba son los siguientes:
- Ediciones celebradas: 57 (hasta 2017)
- Distancia: 5.075 metros
- Desnivel: 380 metros
- Record: 2’12″286 (Christian Merli, 2017)
- Participantes: más de 200
Como espectador, es necesario saber que en la subida al Mont-Dore hay esencialmente tres zonas de público habilitadas, en las que se concentra mayoritariamente un público francés muy entendido, con las listas de inscritos en mano aunque poco dado a animar. Como mínimo, en comparación con nuestro ferviente país.
La primera zona de público se encuentra en la misma recta de salida, que se efectúa en la población de Moneaux y que cuenta con una ladera de hierba paralela a una arrancada en subida, un perfecto lugar para disfrutar de las salvajes salidas de las barquetas más potentes del europeo.
Tras un primer marcado giro a izquierdas de doble radio, en el que también se puede colocar un poco de público sobre los muros y cerca del guardarraíl, los coches se sumergen en una zona de enlazadas rápidas acompañadas de mucha vegetación.
El siguiente punto clave de la subida llega en Le Col, ya con vistas directas a la cima del Mont Dore, donde una rápida curva a izquierdas da paso a las míticas Esses.
Aquí es donde se concentra gran parte del público, pues es una zona delimitada que permite disfrutar de hasta tres horquillas seguidas, todas ellas en clara ascensión y donde una buena potencia empieza a marcar las diferencias.
Las cruzadas de los propulsión, el chirriar de los neumáticos de los tracción y algunos incidentes suelen ser los protagonistas de uno de los lugares simbólicos de la subida. Además, se pueden ver los coches durante prácticamente medio minuto.
Fue en esta zona cuando en 2011 presenciamos una salida de pista de Fausto Bormolini a manos de su espectacular F3000.
Tras esta zona revirada, se engranan marchas en dirección a la zona de La Carriere, ya en la parte final del trazado, un punto muy fotogénico porque (vallas de protección y cintas al margen) se logra la instantánea de los vehículos en apoyo con el lago de Chambon-sur-Lac al fondo. Un entorno de postal, y una muy buena zona donde ver trabajar a los pilotos.
Se enlazan un par de curvas rápidas para entrar a una impresionante sección que se negocia sin tocar el freno y que los punteros trazan como si prácticamente fuese una recta. ¡Impresionante!
Ya solo falta un giro a derechas, lamiendo el guardarraíl siempre que sea posible, para llegar a dos leves giros a la izquierda y alcanzar la línea de llegada que se encuentra tras una última curva a derechas.
A partir de aquí, solo queda aparcar el coche en una enorme extensión verde y comentar con el resto de competidores (y amigos) las sensaciones.
El emplazamiento de la subida al Mont Dore es espectacular para el espectador, pues se suele poder ver una buena parte del recorrido desde muchas de las zonas, y el sentirse en un entorno de alta montaña, sin árboles ni casas en la parte alta del recorrido, es siempre muy atractivo.
Se debe tener también en cuenta que la influencia de esta solitaria montaña hace que el clima sea bastante cambiante incluso en agosto, siendo normal que el día amanezca con una niebla densa, que da paso a un ambiente más soleado, y siempre con opciones de dar un vuelco en forma de chubascos que vuelvan a refrescar el ambiente. Tanto en 2011 como en 2012, las dos ocasiones en las que hemos acudido a la subida, lidiamos con una meteorología muy poco predecible.
Como en cualquier evento de motor de semejante calibre, ningún espectador se puede perder tampoco una visita en profundidad por la zona de asistencia de la subida, que se extiende a lo largo de un par de largas calles en las afueras de Moneaux.
La actividad es frenética, los coches se acumulan en ambos laterales de la estrecha carretera y los espectadores casi deben hacer un pasillo a los vehículos que deben presentarse en la salida pocos minutos después.
El nivel de monturas del que se puede disfrutar en el Mont-Dore es sin duda uno de los puntos fuertes para convertirlo en un evento imprescindible. Modelos de todas las épocas y concepciones dan un verdadero espectáculo que da comienzo con el apartado de clásicos.
En esta categoría se citan algunos fórmulas y barquetas de épocas pasadas, pero también exuberantes unidades como el Porsche 935 de Jean Marie Almeras.
A los clásicos más comunes de la montaña, como podrían ser los Golf, Alpine o Simca, se unen coches mucho más peculiares de ver en estos entornos, como podría ser un Camaro Z28, sobreviviendo como un pez fuera del agua.
Tras los clásicos arrancan los vehículos del campeonato francés de montaña, empezando normalmente por las categorías de producción.
Muchísimos Peugeot, Volkswagen y Renault de varias generaciones comparten protagonismo con los curiosos Jidé, Scora o Mitjet, chasis diseñados en Francia a los que se acoplan bloques 1.6 o 1.8 derivados de hot hatch que dan como resultado coches ligeros, fáciles de mantener y divertidos en pista.
Tras lo que ya pueden ser más de 100 vehículos, se abre paso a los carrozados más potentes y espectaculares, los GT del campeonato nacional y el europeo.
Huelga decir que las sensaciones de disfrutar de un Ferrari F430, un E36 GTR, varios GT3 e incluso vehículos ex-DTM o superturismos en semejante escenario, posiblemente el ideal por su combinación de zonas rápidas y tramos técnicos, son muy satisfactorias.
Tras los GT llegan los Speed Car, con un amplio espectro de preparadores. Y acto seguido, se alinean no menos de 50 barquetas y fórmulas de distintas cilindradas para acometer la subida, en la categoría que deja mayores evidencias sobre las diferencias de pilotaje entre los pilotos amateur y aquellas jóvenes promesas que están dando sus primeros pasos en la Montaña.
En este punto, también es posible, con un poco de suerte, disfrutar de algún vehículo de exhibición presente en la subida. Este es el caso de la edición de 2011, cuando pudimos disfrutar de la presencia del Dacia Duster que había participado, tan solo unas semanas antes, en la mítica Subida al Pikes Peak con Jean-Philippe Dayraut al volante. Un aliciente aún mayor.
Y por supuesto, los últimos minutos de cada manga están reservados a los verdaderos protagonistas, los pilotos punteros del Europeo junto a los franceses de mejor palmarés. La batalla entre los Faggioli y Merli con monturas oficiales y la armada de los Schatz, Petit y Alban es épica, con parciales en que tres o cuatro pilotos están separados por apenas una décima de segundo y unos finales de infarto.
En 2011 Simone Faggioli llevó su Osella FA30 a marcar un nuevo récord de la prueba (2’14″610) que ha estado vigente hasta 2017, dado que se añadieron unos metros más de cuerda al trazado. Aunque en la reciente edición, Christian Merli (2’12″286) ha dado buena cuenta de aquel impresionante récord.
Como un plan diferente para aprovechar las vacaciones de verano, planear un viaje hacia el Macizo Central con una parada en el Mont-Dore para disfrutar de un gran fin de semana de motor, es una elección magnífica. Nosotros lo hicimos en dos años consecutivos y fue una experiencia muy divertida, de las mejores que hemos vivido en nuestro país vecino.
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